David Reboredo fue condenado por tráfico (menos de un gramo) a una pena de siete años de cárcel, algo desproporcionado para quien, como otros tantos, trapichean más que trafican, con el fin de poder mantener el consumo al que están desgraciadamente enganchados.
Pero entre el momento de la condena y el incorporarse David a prisión, por fortuna se había desenganchado rehaciendo su vida y la entrada en la cárcel sería un riesgo de volver a caer en su antigua dependencia.
El caso de David, como otros parecidos, es el ejemplo para justificar el indulto. David debe ser indultado, porque el indulto existe para hacer justicia en casos como el suyo. Sólo me queda decir ¡Indulto para David!
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