En la vida no ocurren las cosas porque sí. En el fútbol tampoco. Toda consecuencia viene de una causa. El Lugo que jugó en La Romareda ante el Zaragoza conserva el nombre del club y 9 jugadores del último partido. El resto fue todo diferente. No solamente con respecto al choque ante el Oviedo sino también al primer mes de Liga.
Ante el cuadro de Idiákez el equipo lucense cambió casi todo. El sistema ya no es un 4-4-2 que ya de dejó entrever ante el Oviedo. Fue un 4-2-3-1 con Herrera en banda, igual que en Oviedo, y en algunas fases se dejó entrever un 4-1-4-1 como algunos minutos en el Belmonte ante el Albacete cambiando a Azzez (Copa) por Seoane (Liga).
Pero hubo cambios de mayo calado, decisivos en la imágen y en el resultado. El estilo y la zona del campo donde se planteó la defensa. En la capital maña el Lugo renunció a la posesión del balón, replegó y esperó. Robó, contratacó e hizo daño; mucho más daño que en otros encuentros. Finalizar el encuentro con un 33 porciento de posesión del balón no es ninguna herejía, aunque algún purista lo vea así.
En cuanto a la zona del campo, el cuadro de Javi López no defendió en bloque medio o alto, lo hizo replegado. No dejó distancia entre lineas. No hubo ninguna. No dejó 30 metros a las espaldas de la línea defensiva. Jugó a apenas 5-10 metros de Juan Carlos.
Ambos conceptos no redundaron más que en beneficios para el equipo lucense. Por una razón muy sencilla. Como reconoció el técnico Javi López en la previa, el Lugo no está dotado para defender con presión alta.
¿Consecuencias de todo ello?. El Lugo, con menos posesión, remató más a portería y creó más ocasiones que el Zaragoza. No sufrió ninguna transición. No padeció ningun contrataque. Nunca estuvo desequilibrado. Juan Carlos recibió menos tiros que nunca y realizó menos paradas por encuentro en lo que va de Liga (3).
En pelota parada, en los 7 córners y múltiples faltas que botó el Zaragoza, el Lugo tuvo concentración y correcta ocupaciòn de todas las zonas. Solamente en tres ocasiones el balón se paseó por el área rojiblanca. El resto, fueron despejes rojiblancos liderados por un imperial Miguel Vieira.
En fase ofensiva, el cuadro rojiblanco marcó 2 goles, envió un tiro al palo en estratégia (Herrera) y convirtió al meta argentino Cristian Álvarez en el mejor del Zaragoza con 5 paradas decisivas.
El Lugo exhibió en Zaragoza el estilo de juego en el que más rendimiento se puede sacar a esta plantilla. ¿Que queda?, perfeccionarlo. Elegir mejor en las opciones de contrataque _varios en superioridad numérica_ y matizar una fase defensiva que fue prometedora e ilusionante.
Matices importantes. El Lugo nunca arriesgó en zonas delicadas. Apenas hubo cesiones a Juan Carlos que jugó en largo una decena de veces. Hecho inédito en lo que va de Liga. Consecuencias de todo ello. Primera vez en la temporada que el cuadro rojiblanco deja su portería a cero.
El Zaragoza, un equipo de amplio potencial en todas las facetas del juego, solamente fue el mismo en los primeros 10 minutos de la segunda parte, cuando Pombo, el Papu y Gual jugaron al primer toque o a control y pase. El cuadro blanquillo sería difícil de parar pero el gol de Dongou les condenó a un asedio inútil donde el Lugo tan solo sufrió dos disparos del georgiano local en más de 25 minutos de juego.
La base de juego está asentada. Quedó demostrado en la Romareda. Ahora, a parte de matizar el sistema y el estilo, queda por encontrar soluciones a dos variantes que plantea la durísima segunda división. Que hacer y como resolver el hecho de que el rival no quiera el balón y encontrar variables cuando el adversario se adelante en el marcador. Pero lo que está claro es que el Lugo, con estilo y planteamiento diferentes, ha demostrado ser capaz de competir ante un candidato al ascenso a Primera y…. a domicilio.
Por último, loor y gloria a Carlos Pita. Un jugador de su calidad técnica y compromiso demostrado con el club, merecía una obra de arte como esa en el escenario del ex campeón de Recopa.
Por Emilio González
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