jueves, 19 de junio de 2014

FELIPE VI UN REY PARA LA ESPERANZA

La proclamación de Felipe como rey renueva la vinculación entre monarquía y democracia parlamentaria. Con la firma de la abdicación termina una etapa y comienza otra.
A partir de hoy Felipe VI toma el relevo de la jefatura del Estado tal y como dispone la Constitución. Fue proclamado en el mismo edificio en la que fue su padre, casi 39 años atrás, ahí terminan las semejanzas entre el acto de 1975 y el de hoy. De aquellas cortes franquistas a las actuales, media la distancia que va de una dictadura a una democracia.
La situación de partida no es nada fácil. Los principales liderazgos políticos están en crisis. Se echan de menos los consensos básicos para garantizar el futuro. Sin duda la reclamación soberanista de algunas fuerzas en Cataluña pesará sobre el nuevo reinado.
Felipe VI ya es el jefe del Estado, con todas las consecuencias. Tiene que tomar la responsabilidad en sus manos desde el primer instante, y en la medida en que el padre ha decidido no asistir a la proclamación del sucesor.
A partir de ahora, Felipe VI no puede sustituir las Cortes ni al Gobierno, pero si utilizar sus facultades de arbitraje y moderación para facilitar un clima favorable a la vuelta al diálogo.

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