Una de las palabras de moda es "postureo", entendido como aquella actitud superficial y estética cuyo único objetivo es mostrar una imagen forzada de aquello que se quiere aparentar. Aplicado a la política, y extrapolado como la estrategia adoptada por la mayoría de las fuerzas que, con los ojos puestos en las elecciones generales, han andado con pies de plomo a la hora de forzar alianzas para formar gobiernos.
El postureo surge cuando las alianzas no se condicionan a las coincidencias de proyectos sino al crédito o desgaste que los pactos puedan suponer con vistas a futuros comicios. No es de extrañar la desafección política del ciudadano cuando sus representantes parece que juegan a una suerte de partida de ajedrez en lugar de elevar la representatividad democrática a la altura de lo que queremos construir.
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