El PSOE ha dado una lección de democracia con el proceso de la elección de su Secretario General. Los demás partidos deberían toma buena nota y no atrincherarse a la vieja usanza.
La victoria de Pedro Sánchez no implica de que tenga carta blanca. Queda todavía pendiente el congreso extraordinario, en el que habrá de ser ratificado, junto a su ejecutiva. No debería componerla ni dejarse influir por la cuota de poder que normalmente exigen los varones regionales.
En el pasado, cada secretario general del PSOE era el candidato a la Moncloa, ahora existe un compromiso de convocar elecciones abiertas para dirimir el asunto.
Lo que verdaderamente importa es la definición del proyecto político. La voluntad expresada por Sánchez de instalar el partido a la izquierda tiene que ver con la recuperación de las señas de identidad. El desgaste de Rajoy concede a los socialistas una oportunidad en 2015.
Pedro Sánchez, un valor desconocido por la mayoría de los españoles hasta hace poco tiempo, aporta una imagen rejuvenecida, desconectado de los Gobiernos de Zapatero y sin responsabilidad en la línea seguida en la oposición. Ahora falta por ver si es capaz de ejercer un liderazgo fuerte y capaz de superar las "maulas" que aún quedan en el partido.
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