jueves, 4 de septiembre de 2014

POLÍTICOS Y MELONES

Diferenciar a los buenos políticos de los malos políticos es como adivinar cuál será el melón más dulce del montón. A simple vista todos parecen buenos, quizá alguno más pachucho que otro, pero todos, hasta que no se prueban, no hay palpación que descifre el secreto que guardan en su interior.
A lo largo de la democracia de esta querida España, hemos podido ver cómo muchos de los melones que hemos adquirido nos han salido poco maduros y, algunos, hasta con la mano bastante larga o, lo que es lo mismo, señores de corbata legitimados por nosotros mismos a fastidiarnos el postre tras un gran banquete. Y es que no aprendemos. Estamos cegados por los falsos profetas y sus cuentos chinos y esas ansiar de ser un país grande y transgresor que se quedan en pequeño y hortera.
Pese al castigo televisivo de tertulianos con carné de afiliados, nos tragamos sus patrañas y debates que apuntan a uno u otro bando sin consenso, siempre con una vehemencia que nos recuerda los miserables que somos, y lo que cambiaría todo con un poco de sentido común.

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