
Para algunos, la vida de las vacas, sobre todo la de las lecheras, es apacible, se pasan la mayor parte de su tiempo pastando o tumbadas, son utilizadas como producto reclamo para campañas publicitarias o concursos e incluso las convierten en símbolo del patriotismo autóctono. Pero, sobre todo, son el gran ejemplo de esa lactante universal, que deja exprimir al máximo sus ubres, y lo mejor de su grasa garantiza una buena parte de la alimentación mundial. Y, pese al esfuerzo, mueren sabiendo que el litro de su preciada leche cada día cotiza más a la baja.
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