
No es el caso del Banco de España. Se le puede atribuir buena parte de la responsabilidad de que hayamos estado al borde del rescate por su nefasta supervisión del sistema financiero. Y no porque sus inspectores no vieran lo que estaba sucediendo, sino porque sus informes negativos sobre entidades inspeccionadas eran, como se ha sabido, progresivamente descafeinados al ascender por los eslabones de la jerarquía del supervisor. Pues bien, en lugar de dedicarse a cumplir sus funciones, y conseguir que fluya el crédito a las pequeñas y medianas empresas, vuelve a proponer medidas que no le competen en nada y además se han demostrado fracasadas para resolver el problema del paro.
La necesaria independencia del supervisor no puede suponer una patente de corso para inmiscuirse en la labor de otras instituciones. Intelectuales y economistas deben recordar al Banco de España para que está ahí, y exigirle que simplemente se dedique a desempeñar su función con eficacia. Porque da la impresión de que, como no lo consigue, descarga sobre otros sus responsabilidades.
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