Una final de Copa de Europa es el acontecimiento más importante para un aficionado a un club de fútbol. Cuando los socios recogían entusiasmados sus entradas hace una semana, era para imaginar que todos iban a poder tocar con sus dedos un sueño en el estado da Luz. Sin embargo, una gran cantidad de ellos ocultaba la verdadera razón de su felicidad, el menudeo. El espectáculo del trapicheo de entradas. Abonados que venden las suyas a precios corrosivos con excusas todas ellas respetables, pero sorprendentes.
El fútbol, para algunos, sigue siendo una pasión, un sentimiento irracional e inexplicable. Resulta descorazonador comprobar cómo se trafica con él, pero escuece aún más cuando el que lo hace comparte bordado en tu bufanda. El Bayern ha expulsado a algunos de sus socios porque no van al Allianz. Salvo fuerza mayor, debería ser motivo de expatriación a Marte tener una entrada y no ir a animar a tu equipo a Lisboa.
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