sábado, 25 de mayo de 2013

EL ORGULLO Y LA CIENCIA

Sofía Reguera de 63 años acaba de ganar un pleito que demuestra que es hija de un terrateniente que nunca la reconoció y que dejó una herencia de más de 15 millones de euros. Cuando la sentencia sea firme, podrá reclamar la mitad de ese legado al único heredero del terrateniente. En esta historia de amor, el orgullo corre a cargo de la mujer pobre y el prejuicio es de signo clasista.
Todo empezó cuando la madre de Sofía entró a servir como criada siendo muy joven, en una gran finca, allí tuvo una relación amorosa con el único hijo del dueño, tolerada durante más de cinco años hasta que tuvo consecuencias, un inoportuno embarazo. La familia despachó el asunto diciendo a la chica que se fuera a su casa a dar la luz, que ya la llamarían. Pero nunca lo hicieron, mientras tanto, el hijo del terrateniente fue casado con otra chica de su rango.
En el pueblo todos sabían de quien era hija ella y hasta le pusieron como mote el apellido del terrateniente. El padre iba a verla a la salida del colegio y, a veces, acudía también a Sevilla para ver, aunque ya no tenían relación, a su antigua joven amante.
El terrateniente murió en 1970 a los 47 años y no dejó testamento, por lo que todos sus bienes fueron para su único hijo legítimo. Solo tras la muerte de su madre, Sofía Reguera se decidió a reclamar, también por orgullo, el apellido que le corresponde y lo que de ello se derive, quizá la mitad de una fortuna. Porque a pesar de que tres meses después de que ella presentara la reclamación, el heredero ordenó incinerar a los padres y hasta los abuelos, no ha podido evitar la prueba de ADN que ha demostrado que era hermano de Sofía. A diferencia de otros tiempos, la ciencia dispone ahora de instrumentos que permiten salvar injusticias y prejuicios.

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