
El partido empezó con todos los alemanes en el túnel mascando chicle. Si Lewandowski se hubiese fijado habría visto al otro lado a Sergio Ramos con la mirada trastornada. Son partidos éstos para él, su jerarquía, su ley de la calle, además no cae ni a balazos. Al partidazo de Lewandowski contestó con endereza. Hubo un momento en que se dirigió a él no se en que idioma, el polaco puso una cara que casi pide el cambio.
Lo que ocurrió al principio fue que se juntaron todos los espíritus en el Bernabéu que no hubo manera de llegar a la portería. El equipo de la pegada cayó victima de la magia europea, que una vez más se volvió en contra. Empezó a morir el partido en la primera parte, incapaz de sospechar el vértigo, que vendría después. Se cegó el Pipita, tiró a los cielos Cristiano, enloqueció Özil, y ayer delante del portero tiró con prisa, como si lo esperasen para cenar.
Caló en media hora la sensación de que el Real Madrid había llegado al partido de ida noventa minutos tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario