domingo, 28 de julio de 2013

POCAS BROMAS CON EL ALCOHOL

Es difícil detectar un propósito claro en las modificaciones en la ley de tráfico y seguridad vial que acaba de introducir el Gobierno. Son tibias, inocuas como un excipiente y tan poco llamativos como un folio en blanco. Lo único relevante es que parecen centrarse en combatir el consumo de alcohol entre conductores, sin duda enemigo mortal dela seguridad en carretera, ahora bien, la severidad, si se pretendía ejemplar, ha quedado a medias. La multa por conducir bebido se duplica de 500 a 1000 euros, pero tan relevante como la sanción era reducir la tasa permitida de alcohol en sangre. Debería penalizarse todo vestigio de alcohol. Y, lo que es tan importante como endurecer la norma, debería procurarse al intoxicado etílico al volante no tenga escapatoria legal. Que cumpla la sanción que le imponga, sin remisiones, ni contemplaciones.
Pero esto no siempre sucede. Celebridades de medio pelo y diestros de lágrima fácil provocan incidentes al calorcillo de la bebida, incluso muertes. Sin que reciban un castigo ejemplar. El endurecimiento de las sanciones es la tarea más fácil del responsable político, pero no sustituye al saludable efecto disuasorio que produce el comprobar que la ley se aplica con rigor y que resulta difícil cuidarla.
La tibieza del cambio sancionador se evidencia también en el caso del casco para ciclista. Lo lógico sería que Tráfico, provisto de informes irrebatibles, decidiese si es conveniente que todos los ciclistas lleven casco. Pero como la idea tropezó con la oposición cerrada de coordinadores de usuarios de la bici, ahora establece que ni fu ni fa, que lleven casco los menores de edad.
Ya veremos con qué rigor se multa a menores sin casco. Con el mismo, es de suponer, que se permite hoy a los ciclistas circular por las aceras a velocidades vertiginosas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
;