La tendencia de la primera cadena de TVE española a retransmitir ciertos partidos de fútbol se está volviendo, hasta cierto punto odiosa. La culpa de ello la tienen los comentaristas, que hacen de la retransmisión deportiva un tertulia de bar en la que solo faltan los gin-tonics. Un grupo de amigos que rivalizan en ver quién ladra más y sin sentido. Siempre y cuando sea favorecer al equipo en el que cada uno tiene puesto su interés. Es decir, como lo podría hacer cualquier.
Cuando hay retransmisiones tan importantes, se debe buscar un mayor nivel a la hora de elegir a quienes van a hacer un análisis crítico de lo que está ocurriendo, ya sea en el terreno de juego, en la pista de tenis o en la cancha de baloncesto. Si sobre todo si esas personas hay que pagarles con dinero público.
Durante el partido disputado en la noche del miércoles en Valencia, tanto el presentador como los colaboradores, personificaron este hecho. Nada de profesionalidad ni objetividad. Ni unos, ni otros. Forofos convertidos en profesionales de la comunicación a los que se les ha dado potestad para decir lo que quieran en la televisión pública del país.
No parece adecuado añadir más leña al fuego de la división con comentarios como los que se escucharon durante la final de la Copa. Es normal que alguien sienta una mayor simpatía hacia uno u otro. Pero de ahí a convertir el estudio en una taberna donde tiene cabida todo, hay un paso.
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