viernes, 20 de septiembre de 2013

TRAMPA Y TRAPICHEO EN LA CULTURA

La excelencia está reñida con el trapicheo y la trampa, por eso muchas universidades están aplicando códigos éticos y normas internas que penalizan las conductas deshonestas. Junto a la matricula, los alumnos de la Universidad de Navarra, tienen que firmar ahora una declaración donde se comprometen a no utilizar métodos fraudulentos. A no copiar.
Es un propósito necesario pero no va a resultar fácil erradicar viejas costumbres de falsificar exámenes o currículo. En realidad, este tipo de conductas no son exclusivas de alumnos, no del mundo universitario y tampoco son muy diferentes de las que se ven en otros ámbitos, como los que afloran en casos de corrupción que llegan a los juzgados.
Todos encuentran un buen cultivo en cierta cultura de la trampa que viene de lejos. De la ficción a la realidad, del Lazarillo de Tormes al gran Dioni, los pícaros han gozado en nuestra cultura hasta simpatía popular.
Copiar tampoco parece ser un recurso exclusivvo de la mediocricidad. La muy excelente y elitista Universidad de Harvard explulsó en marzo pasado a 60 alumnos por copiar un examen y que llevó a su dirección a espiar los correos de algunos decanos para averiguar quién había filtrado la noticia.
Nadie parece libre de pecado. La diferencia está en la respuesta. Mietras en unos lugares se explica y se dimite, en otros predomina la tolerancia.

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