miércoles, 10 de abril de 2013

LA ACTITUD DE NUESTROS IMPUTADOS


Parecen gente feliz. Sonrientes, con una alta dosis de autoestima, seguros de si mismos. Resulta curioso observar cómo la conducta, y el comportamiento de los imputados por presuntos delitos de corrupción, es siempre igual, todos siguen siempre el mismo patrón, sin excepciones.
Nunca reconocen nada de lo que se les acusa, aunque la evidencia se demoledora. Nunca son conscientes de haber cometido ninguna irregularidad, nunca les consta de haber cometido la más mínima falta. Nada tienen que ocultar, nada que temer.
Cuando las pruebas abruman y alguien les invita a irse, se aferran a sus cargos como garrapatas, con auténtico espíritu de sacrificio y vocación de servicio público, que para eso los han elegido o nombrado.
Pero si en algo se parecen todos ellos es su fe ciega en la justicia, siempre deseosos de ser llamados por el Juez, de declarar, de dar explicaciones. Parecen estar esperando el día de sentarse en el banquillo con la misma ilusión con la que un niño espera el día de Reyes. Saben que ese día tardará mucho, mucho en llegar y que cuando llegue, sus presuntos delitos probablemente habrán prescrito. Saben que su dinero está a buen recaudo y saben que seguramente la cárcel no es para ellos.

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