
Fabra es un cacique de corte "clásico", con desparpajo, de esos tíos que no agachan la cabeza ante nadie y exhiben con orgullo sus logros, como su famoso aeropuerto sin aviones, que por cierto cumple dos años.
Necesitó 150 millones de euros de los contribuyentes y ahora su mantenimiento sale más caro que el del Museo del Prado. Pero son detalles en los que este individuo no repara.
Carlos Fabra, un hombre cuya fortuna achaca a la suerte (dice que le ha tocado varias veces la lotería) se ha especializado durante años en recurrir todo y la justicia española, tan garantista, se ha visto obligada a frenar una y otra vez su persecución.
Su gran partido, el PP, nunca le ha negado el apoyo. Ya no preside la Diputación de Castellón porque no quiso. No se presentó a las últimas elecciones y solo el viernes, al conocerse la apertura de juicio oral, ha dimitido como presidente, de la empresa pública que gestiona el aeropuerto, perteneciente a la Generalitat valenciana, que ha venido pagando por un puesto "tan estresante" 84.000 euros anuales de dinero público de una comunidad en quiebra. Ni siquiera el presidente del gobierno valenciano, ha osado el ponerle de patitas en la calle.
Por fin, será juzgado por el tráfico de influencias, cohecho y fraude fiscal y cuando llegue el momento de la verdad quizá este "personaje" no sea tan "bocazas" y recule como su correligionario Luis Bárcenas.
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