lunes, 18 de marzo de 2013

ESPERANZA DE UNIÓN

La elección como papa a Jorge Mario Bergoglio conmueve al mundo, y de manera especial a los argentinos.
En sus últimos años como miembro del Episcopado, del que fue presidente hasta noviembre de 2011, el cardenal Bergoglio impulsó duros documentos eclesiásticos, en los cuales se lamentó la tendencia a descalificar a quienes piensan de modo diferente, advirtiendo que semejantes actitudes exhibidas en distintas esferas de la vida pública argentina debilitaban el tejido social.
Los obispos sostuvieron también que la democracia no se fortalece con la conflictividad en las calles y rutas, sino mediante la vigencia de las instituciones republicanas y de diálogo.
Una y otra vez, en los últimos años, abogaron por gestos de reconciliación y de concordia. El propio cardenal primado de la Argentina no se privó de cuestionar algunos gestos del Gobierno kirchenista, como cuando en 2009 expresó que "el peor riesgo es homogeneizar el pensamiento", al tiempo que convocó a terminar con la crispación social, un término que militantes del oficialismo aprovecharon como para convertirlo en crispación en referencia al la presidenta Cristina Kirchner.
Durante su gestión al frente de la Conferencia Episcopal, Bergoglio recibió ácidas críticas de sectores políticos que soportó con grandeza y en silencio. Resulta balsámico para los argentinos este reconocimiento del universo espiritual, que renueva ilusiones y nos habla de ética y respecto, de paz y bondad, de conciliación y concordia, y de la necesidad de dejar el clima faccioso, los odios y las disputas estériles.
La Nación, Buenos Aires, 14 de marzo.

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